Carmen Hernández Sierva de Dios. Israel.

Séptimo aniversario del «DIES NATALIS» de Carmen Hernández

Después de la Apertura solemne de la fase diocesana de la Causa de Canonización de Carmen el día 4 de diciembre de 2022, estamos en una fase muy importante de estudio de los documentos recogidos y de toma de declaraciones de numerosos testigos.

El próximo día 19 de Julio de 2023, se celebrará el séptimo aniversario de la muerte de la sierva de Dios Carmen Hernández.

Kiko, P. Mario y Ascensión piden que, si es posible, en cada parroquia se celebre ese miércoles, día 19 de julio, la Eucaristía con las comunidades, pidiendo al Señor por el eterno descanso de su alma y para que continúe lo más rápidamente posible su proceso de canonización.

INTERVENCIÓN SOBRE CARMEN HERNÁNDEZ BARRERA DE Mª ASCENSIÓN ROMERO ANTÓN

“TESTIGOS DE DIOS”
CATEDRAL DE SAN JUSTO TRIESTE (ITALIA) 9 de marzo de 2023
Testimoni di Dio – vídeo

Carmen nunca dio conferencias. Por esto yo me siento aquí un poco extraña. Y si estoy aquí es por la experiencia de que cuando uno se acerca a Carmen, aumenta en él el deseo de amar a Cristo como ella lo amó. Esto es lo que espero de este encuentro: que el Espíritu Santo, a través del conocimiento un poco más profundo de Carmen, infunda en todos nosotros aquí presentes, un mayor amor a Cristo y el deseo de ser sus testigos, como dice el lema de este encuentro: “Testigo de Dios”.

¿Quién es esta mujer que al cumplirse el séptimo aniversario de su muerte, más de 80.000 personas ya han visitado su tumba? ¿Quién es esta mujer que pasados seis años de su muerte ya es sierva de Dios? En la vida de Carmen se pueden captar muchos aspectos. Quisiera detenerme principalmente en Carmen misionera y en Carmen profeta.

Carmen Hernández, iniciadora junto a Kiko Argüello del Camino Neocatecumenal, es una gran figura del siglo XX y del siglo XXI. No es una casualidad que la Causa de su beatificación y canonización se haya abierto en el 60º aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, por cuya realización en las parroquias se entregó y se desgastó, junto a Kiko Argüello, viajando por los cinco continentes. Porque Carmen fue fundamentalmente una misionera. Es así como se identificaba cuando contaba su historia. Fue una misionera enamorada de Cristo. En los encuentros vocaciones —al final de las JMJ— miles de jóvenes la aclamaban y le pedían una palabra, porque la verdad y la originalidad con la que predicaba conquistaba a todos, sobre todo a las chicas. Pero aun envuelta en el éxito, escribía en su diario: “Esto a mí no me sirve de nada. Lo único importante es el tiempo que paso en intimidad con Jesucristo”. También esto era Carmen: una mística de nuestros días.

María Ascensión Romero durante su intervención

Impresiona la elección que Dios hizo sobre Carmen desde su infancia y cómo se desarrolló en ella, contemporáneamente, el amor a Cristo y la vocación misionera. Carmen vivió en un ambiente misionero. Vivió su infancia en Tudela, en la región de Navarra, en el norte de España. La Navarra en la que vivió Carmen estuvo llena de espíritu misionero bajo el impulso de la figura de San Francisco Javier, el patrono de las misiones junto con Santa Teresita de Lisieux. Durante el siglo XX fue la diócesis con más vocaciones misioneras. Es interesante notar también que el año en el que se abrió su causa de beatificación, en el 2022, se celebró el 400º aniversario de la canonización de San Francisco Javier.

A este ambiente misionero contribuyó mucho la figura de Mons. Marcelino Olaechea, que fue obispo de Pamplona cuando Carmen vivía en Tudela. No solamente apoyó la fundación de las Misioneras de Cristo Jesús, donde más tarde entró Carmen, sino que basó todo su trabajo pastoral sobre la figura del navarro más universal: San Francisco Javier. Aprovechando el hecho de que a principios del siglo XX fue declarado patrono de las misiones católicas, el obispo promovió un ambiente misionero en toda la sociedad navarra. Carmen consideraba a Mons. Marcelino un santo, y mantuvo con él una estrecha relación durante los años que estuvo con las Misioneras de Cristo Jesús, sobre todo cuando más tarde fue nombrado Arzobispo de Valencia.

Pero además de esta atmósfera misionera de Navarra, Carmen estudió en el Colegio de la Compañía de María, donde yo también estudié como ha dicho el Obispo. Enfrente de este colegio se encuentra el de la Compañía de Jesús, del que Carmen nos habló tantas veces y mediante el cual pudo conocer a muchos misioneros jesuitas del Oriente que marcaron su vocación misionera. Me conmueve recordar esto porque el Señor, en Tudela, le dio el primer toque de su sustancia, como diría San Juan de la Cruz. Como muchos elegidos, el Señor la marcó desde su infancia. Ella cuenta que cuando iba al colegio entraba en la Catedral, una joya de la arquitectura románica del siglo XII, y ahí rezaba una hora cada día. Carmen dirá: “Los dones que recibí en la Catedral de Tudela no los conoce nadie”. Siempre se emocionaba escuchando el Evangelio de la pesca milagrosa, el primer Evangelio que escuchó en la capilla del Espíritu Santo de la Catedral, a la edad de diez años. Decía: “Fue el primer Evangelio que yo escuché en el corazón, fue para mí una llamada a la evangelización de una manera sorprendente”. Explico todo esto, no solamente porque yo también soy de Tudela y estos sitios son para mí muy entrañables, sino porque fue allí, en esos primeros años vividos en Tudela cuando el Señor le imprimió un sello indeleble por Él y por la misión que la acompañó durante toda la vida. Incluso en los momentos de total precariedad y de gran sufrimiento, estos serán los dos pilares firmes de su vida: el amor a Cristo y a la misión.

Catedral de Tudela (Navarra)

Cuando tenía quince años su familia se trasladó a Madrid. Ella contaba a menudo que cada año quería irse de misión, pero su padre se lo impedía. El misterio de la elección del Señor sobre Carmen se confirma también en Madrid, donde encontrará como director espiritual al padre Sánchez, un santo jesuita, – que fue también el confesor de San José María Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei – que la pondrá en contacto con la Sagrada Escritura y con los santos, en especial con Santa Teresa de Jesús. Bajo la guía espiritual del padre Sánchez, Carmen condujo en su juventud una intensa vida de oración. Rezaba una hora por la mañana. Luego participaba a la Misa antes de ir a la Universidad y por la noche se dedicaba otra vez a la oración. Por sugerencia de su padre, un gran industrial que tenía proyectos para todos sus hijos, Carmen estudió la carrera de Químicas en la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo muy buenas notas. También en este periodo universitario el Señor siguió dándole signos de su elección. Carmen nos dice:

“El Señor siempre me dio muchas gracias, también cuando estuve en la universidad. Jesucristo me persiguió, con una presencia visible, tangible, de inmenso amor y de gran llamada a la evangelización. Me acuerdo de algunos días, cuando iba a la Facultad de Químicas, en que yo veía que Dios me llamaba a hacer una obra en la Iglesia: siempre era la Evangelización y las misiones”.

Su vocación era tan fuerte que en la adolescencia intentó por tres veces irse a la misión, pero su familia se lo impidió. A los 21 años, después de haberse licenciado en Químicas, se escapó de casa y sin el permiso del padre y con grandes persecuciones por parte de la familia, fue a Javier, en la región de Navarra, donde hacía poco tiempo que se había fundado una moderna congregación misionera. Entró en el Instituto de las Misioneras de Cristo Jesús que tenían su noviciado en Javier. Este Instituto, además de los tres votos de todas las congregaciones religiosas -pobreza, castidad y obediencia-, tenía un cuarto voto: consagrarse a las misiones. Esto fue emocionante para Carmen, porque era la respuesta a su ardiente vocación misionera que sentía desde su infancia. El sueño de su vida fue ser misionera y la entrada en el Instituto de las Misioneras de Cristo Jesús fue el primer paso para realizarlo. Carmen fue feliz viviendo los dos años de noviciado en Javier. Sintió siempre que Dios guiaba su vida. Ella misma lo dice cuando escribe:

“Después de muchas aventuras, Dios me condujo a las Misioneras de Cristo Jesús en Javier. Allí el Señor me dio muchas gracias. El Señor me esperaba en Javier con grandes gracias de consolaciones y de descubrimiento de las Escrituras. Doy muchas gracias al Señor porque para mí fue verdaderamente un Cenáculo de oración y de gracias inmensas del Señor”.

Y en una carta a su familia escribe: “Soy feliz aprendiendo a ser santa, con toda la esperanza en Dios y en vuestras oraciones”. Durante el noviciado hacían peregrinaciones de dos o tres días a diferentes ciudades y a santuarios de la región. Iban tres hermanas sin dinero, anunciando a Jesucristo a las personas que encontraban y hablando de la misión. Por la noche eran acogidas en los pueblos. Era el primer esbozo del anuncio del Evangelio de dos en dos que más tarde se realizaría en el Camino Neocatecumenal.

Estampa para rezar a Carmen Hernández Sierva de Dios - anverso
Carmen H., Sierva de Dios

Después de dos años en Javier hizo los votos, pero antes de hacerlos las novicias tenían un mes entero de ejercicios espirituales. En la tercera semana, dedicada a la Pasión, Carmen —que estaba muy concentrada en el Señor— quedó impresionada por el hecho de que San Pedro negó a Jesucristo. Decía:

“Esa noche pedí quedarme en meditación y pasé toda la noche pensando que si San Pedro en vez de haber dicho a Jesucristo: «no te negaré», le hubiese pedido: «no dejes que te niegue», el Señor se lo habría concedido y él no lo habría negado.

Carmen tenía miedo que ante el sufrimiento pudiese negar a Jesucristo, que como Pedro, pudiese negarlo en los momentos de oscuridad y de sufrimiento. Contaba:

“Me quedé despierta toda la noche con esta idea: «Señor, permíteme seguirte también en tu pasión».

Y con esta idea se fue a dormir. Hablando de lo que vivió esa noche, Carmen recordaba:

“Entre las gracias que Dios me concedió allí en Javier, hay una que nunca he olvidado, ni siquiera en los momentos de mayor crisis y angustias que más adelante tuve en la vida. Quedó siempre para mí como un recuerdo muy fuerte de la intervención de Dios en mi vida”.

Mirad como Carmen cuenta lo que le sucedió esa noche:

“Mientras dormía tuve un sueño en relación con la Ascensión. En ese sueño vi a Jesucristo que me decía: «Tú, sígueme». Veo a Jesucristo, intento seguirle, pero me doy cuenta de que eso es una locura y Él me dice: «Tú, sígueme». Siempre en el sueño, estoy al lado de Jesucristo que sale por la ventana y me encuentro en el vacío. Empiezo a descender, a descender, a descender, y cada vez voy a mayor velocidad, descendiendo, viendo que me voy a estrellar y siento una angustia enorme. Entonces oigo la voz de Jesucristo que me dice: «¿No has dicho que querías seguirme? ¿No decías tú que querías seguirme?». Dije que sí y entré en la muerte. Entré en la muerte y en ese preciso momento las circunstancias cambiaron. Me encontré que subía, subía, subía, en una gloriosa, maravillosa, ascensión, con una gran sensación de placer y bienestar, algo que no puede ser equiparado al placer sexual, ni al alimento, ni a ninguna otra cosa. Es una beatitud, un estar en el cielo, junto al Señor, subiendo. Era tan fuerte que dije: «¡Basta, basta, Señor!». Y me desperté habiendo probado qué es la beatitud, el cielo. Tanto es así que me duró más de un entero mes. Me quedé como beatificada, vivía en el cielo, era algo inexplicable”.

Este sueño será determinante en su vida y se acordará de él especialmente en los momentos de sufrimiento. También en sus diarios escribe siempre recordando la fiesta de la Ascensión. Hemos visto cómo el esplendor de San Francisco Javier, el misionero más importante de la época moderna, iluminó desde la infancia la vida de Carmen y precisamente a 450 años del nacimiento de San Francisco en el Castillo de Javier, Carmen hará su profesión religiosa en la Basílica de Javier, al lado del Castillo, donde se encuentra la capilla del “Cristo sonriente”, un crucifijo medieval ante el cual rezaba San Francisco Javier con su familia, el mismo ante el que rezó Carmen en el tiempo de su noviciado. La imagen de este crucifijo ha acompañado siempre a Carmen.

Carmen Hernández - Cristo Sonriente en Javier, Navarra (España)
Cristo del Castillo de Javier

El entonces obispo de Pamplona, Mons. Marcelino Olaechea —que como dije antes apoyó el nacimiento del Instituto de las Misioneras donde Carmen entró— fue nombrado obispo de Valencia. Y también ahí preparó una casa para las Misioneras. Carmen, después de sus primeros votos en Javier, continuará su formación en Valencia. Aquí vivirá cinco años, recibiendo también gracias inmensas. Pasa los primeros dos años lavando y planchando sábanas por las casas —todavía no existían las lavadoras, contaba ella— y con su gran sorpresa, le piden que estudie Teología. Son los años en los que se está preparando el Concilio y ese obispo había abierto un Instituto de Teología con los mejores profesores de España. Con la novedad de admitir a los estudios también a las mujeres, por lo que también las monjas podían estudiar Teología. Carmen estudiará allí tres años de estudios teológicos, una formación que será providencial para su misión en el Camino Neocatecumenal. Su tesina de licenciatura, titulada: “La necesidad de la oración en el pensamiento de Pío XII”, obtendrá la calificación de “summa cum laude”. Pronto se publicará también en italiano.

Carmen está a punto de realizar el sueño de su vida: ir en misión a la India. Es por ello que es enviada a Londres para aprender inglés y así poder entrar en ese país. En Londres vivirá un año y medio. Pero en este tiempo suceden muchas cosas en su Instituto. Así como sucedió en la mayoría de las congregaciones religiosas después del Concilio, su Instituto —que era muy moderno— vive todo esto ya antes del Concilio. En la tensión entre conservadurismo y progresismo, vence la línea conservadora y las nuevas consejeras cierran esas aperturas con las que nació el Instituto. Carmen, junto con un pequeño grupo, ve la necesidad de formar a las misioneras para que en el apostolado puedan hacer frente a los problemas de los hombres en el momento actual. Nace así una desconexión entre estas hermanas más jóvenes y las nuevas superioras —más ligadas a la línea conservadora— y al final echan a cuatro de ellas; la última será Carmen, que se encuentra entonces en Inglaterra.

Un telegrama de la superiora general la llama repentinamente a Barcelona. Al llegar se encuentra con que tres compañeras de su grupo habían sido expulsadas y que ahora es su turno. Para Carmen fue una sorpresa enorme. Podían echarlas ciertamente, pero por motivos o pecados serios, y este no era el caso. Este será uno de los momentos más duros y difíciles de su existencia, porque desaparece el sueño de toda su vida: irse en misión y esto sucedió no por ningún motivo de carácter grave o moral sino porque las nuevas superioras no comprenden las reformas que estas jóvenes querían proponer.

Kiko Argüello, Carmen Hernández y Mario Pezzi – Vigilia Pascual 1984

Carmen sufrió muchísimo, pero también este fue un momento de gracia particular para el desarrollo de su fe y más tarde para el mismo Camino Neocatecumenal. Lo que Carmen vivió en Barcelona constituirá todo el centro del Camino Neocatecumenal: la Pascua, el sol resplandeciente de la Resurrección vivida en la Eucaristía. Dios la llevará a experimentar en su misma carne la Pascua, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Dice Carmen:

“El Señor me llevó a Barcelona para hacerme verdaderamente partícipe de la pasión de Jesucristo. Esta kenosis que Barcelona significó para mí, fue verdaderamente entrar no en algo de la pasión, sino en la pasión misma de Jesucristo: ser juzgado por el propio pueblo en nombre de la ley que Él mismo dio, ser echado de su propio pueblo y ser crucificado fuera de las murallas.”

En ese año que ella vivió en Barcelona -1962-, Dios proveyó para Carmen un encuentro que será fundamental para el Camino: el padre Pedro Farnés que apareció en el momento más crítico de su kenosis. Por eso Carmen dirá muchas veces que el p. Farnés fue “el ángel que Dios le mandó en su Getsemaní”. El p. Farnés, discípulo de dom Botte y de Bouyer, estudió y conoció en París a los mejores liturgistas que habían preparado la reforma del Concilio.

Durante el tiempo de su Getsemaní en Barcelona, llega a preguntarse si es normal tener este deseo de pertenecer totalmente al Señor. Escribe en su diario:

“Jesús, quisiera consultar a padres espirituales si todas las personas desde pequeñas sienten así esa totalidad tuya, JESÚS.”

Cuando ya intuye que sería expulsada del instituto misionero y ve cómo se va despedazando su proyecto de vidael de ser misionera— en la primavera de 1962 escribe a su padre:

“Todo vuestro amor y todas vuestras atenciones no son capaces de llenar esta vida que siempre he soñado fuese solo para Dios. Sí, es un verdadero martirio pensar solamente en Jesucristo, mañana, tarde, noche. No he tenido nunca ninguna duda desde niña sobre mi vocación. ¿Comprendes mi martirio?”.

Carmen Hernández – Convivencia de Itinerantes en Israel

Si hasta ahora hemos visto a Carmen como una apasionada misionera, en Barcelona aparece la misteriosa elección de Dios sobre Carmen como una auténtica profeta. Le hace vivir en su misma carne la obra que quiere manifestar en el Camino, y en la Iglesia que se renovará con el Concilio Vaticano II. Dios le hace vivir una serie de experiencias, como les pasa a los profetas, para que entienda lo que quiere decirle Dios que debe hacer. La obra de renovación que el Espíritu Santo quería hacer en la Iglesia, Dios no lo realiza con teorías sino que coge a personas y realiza en ellas una serie de obras. Lo mismo que Dios hizo con el profeta Ezequiel a la que se le muere la esposa, para que experimente el dolor de Dios por su pueblo, o con el profeta Oseas, a quien Dios le pide que se case con una prostituta para que viva en su historia la infidelidad de su pueblo y le anuncie el amor de Dios que es más fuerte de sus pecados, lo hará también con Carmen, llevándola a experimentar en su carne cosas que son increíbles, como el misterio de la Pascua, de la muerte y resurrección del Señor, que experimentó en Barcelona durante el proceso de expulsión de las Misioneras de Cristo Jesús.

Carmen había sido muy devota de la Eucaristía y desde pequeña no dejó de asistir nunca a la misa, como por ejemplo cuando con su padre viajó a Marruecos —donde era verdaderamente difícil encontrar una iglesia católica— y ella encontró el modo de ir a misa cada día. Escribe Carmen:

“En Barcelona entré en este dinamismo pascual, porque la Eucaristía no es tanto recibir al Niño Jesús en el corazón, ni a Jesucristo como energía, sino entrar en la muerte con Él para resucitar con Él en este canto que es la Eucaristía. A través de todo esto conocí todo lo que el Concilio traía, la renovación eclesial y la introducción de la Palabra de Dios en el pueblo. Es decir, el Señor me llevó a mí, que había recibido toda la escolástica y la formación de los curas, a entender mediante la experiencia de kenosis que estaba viviendo, toda la renovación que el Concilio daba a la Iglesia. El Concilio fue para mí como un alimento que Dios me daba, un alimento que entra en la misma existencia”.

Mediante el p. Farnés Carmen descubrió el misterio de Pascua: entrar en la muerte con Cristo para resucitar con Él, que es el centro del Concilio Vaticano II. Cuenta Carmen:

“En Barcelona me parecía que yo subía al Monte Moria con mi vocación, con el hijo, con la ilusión de toda mi vida para sacrificarlo”.

Carmen veía que tenía que sacrificar su Isaac, que era su vocación misionera, el proyecto de su existencia, el proyecto de su futuro, sacrificar su propia vida y salir a lo oscuro, a la incógnita de qué querría Dios de ella.

Durante su estancia en Barcelona recordará el sueño de la “ascensión” en el noviciado de Javier, en relación con los sufrimientos que estaba viviendo. Escribe en su diario:

“¡Jesús! Tengo miedo. No entiendo ni veo nada. ¡Jesús! Es terrible; sentencia de muerte y sin apelaciones ni probabilidades. Jesús, ¿vas a dejarme? Yo estoy segura de ti, yo confío en ti, yo te amo a ti. ¿Te acuerdas de aquella Ascensión? Jesús, tú eres la verdad. Tú eres mi vida; Tú no me puedes dejar; yo te amo, Jesús; y aún en el fondo de las lágrimas, del dolor y de la más horrible de las incertidumbres, siento la alegría de tu brazo poderoso, fuertísimo, tendido sobre mí, ¿quién puede separarnos? Gracias, Jesús”.

Desde el inicio del año Carmen experimentó en su carne la pasión de Cristo. En el verano de 1962 a Carmen se le comunicó que no era admitida a los votos, y con esta decisión de sus superioras, Carmen pasó a experimentar misteriosamente la resurrección. Escribe en su diario:

“7 de julio1962. San Fermín. ¡Jesús!, ya lo has oído: “NO ME ADMITEN A LOS VOTOS”. ¡Qué serenidad, Jesús! Dulcísima serenidad, inexplicable, tuya; eres Tú, Dulcísimo, Buenísimo. LA PAZ con vosotros. Jesús Dulcísimo, te amo dulce, loca, totalmente ¿qué quieres de mí? Mi mano está en la tuya, y yo voy con los ojos cerrados donde Tú quieras. Gracias Jesús, AMOR JESÚS, te amo, te amo, nadie nos puede separar, porque mi amor es tu amor, y ya nada soy. Tú eres mi CAMINO, mi VIDA, Dulcísimo Jesús, te amo.”

Esa potencia de Cristo resucitado que experimentó en su vida, la expresó también en una carta a una de las superioras:

“No siento más que amor y deseos de besar las manos de quien me condena. Ya no creo en otra cosa que en el AMOR. Dulcísima serenidad, Dulcísima Divinidad, Dulcísimo CAMINO, JESÚS, JESUCRISTO, CAMINO, VERDAD Y VIDA. Puedo escribir que no vivo yo, sino JESUCRISTO en mí, y ni miento, ni siento vanidad en ello, solo sé que Dios es AMOR, que JESUCRISTO es DIOS y es AMOR, y que ama a los hombres.”

La experiencia de Carmen en Barcelona la resumió así Kiko en una convivencia:

“Si Carmen no hubiese pasado esa kenosis terrible, que te sentencien en nombre de la ley, no habría entendido el sentido del misterio pascual que me traerá a mí y que después llevará al Camino Neocatecumenal”.

Los sufrimientos de Carmen han sido fecundos para Kiko, para el Camino, y sin duda, para toda la Iglesia.

Carmen se quedará en Barcelona un año, junto con las otras tres compañeras que habían salido del Instituto. Su inquietud social la llevará a vivir con los pobres en las barracas de Barcelona y a trabajar en las fábricas, siempre pensando en anunciar el Evangelio a estos obreros, pero no sabían cómo hacerlo.

Carmen Herández Sierva de Dios - abril 1984
Kiko Argüello y Carmen Hernández en S. Francesca Cabrini 1984

Mientras tanto se estaban preparando para ir a misión. Mons. Marcelino Olaechea la pone en contacto con un obispo de Bolivia, Mons. Manrique, para que puedan ir en misión entre los mineros de Oruro. Pero antes de salir, Carmen, siguiendo las huellas de San Ignacio de Loyola, se va un año a Tierra Santa, con las Escrituras. Encontró a una amiga irlandesa que la acompañó, y con una mochila y una tienda de campaña recorrió toda Tierra Santa, donde el Señor la estaba esperando para darle muchísimas gracias. Ella misma cuenta que en Israel, a orillas del lago de Tiberíades, sentada sobre la roca del primado de Pedro, pidió al Señor qué quería de ella y sintió que Dios le decía que le habría manifestado su voluntad en la Iglesia: el amor a Cristo, presente en la obra que debía cumplir en la Iglesia. En Ein Karem tuvo la certeza absoluta, como una visión, de que Dios quería de ella algo para la Iglesia universal, que no se trataba de fundar una congregación, como pensaba hacer con sus compañeras, que el Evangelio se podía encarnar en una mujer cualquiera como ella. Luego fue viendo que se trataba de abrir una Iniciación Cristiana junto a Kiko Argüello: el Camino Neocatecumenal.

El año transcurrido en peregrinación por Israel fue para ella un viaje inolvidable, en el que se le abrieron las Escrituras de modo impresionante, comprendiendo la unión de la historia de la salvación con la tierra en la que Dios quiso manifestarse y la importancia de conocer la tradición judía para entender el Evangelio. Fue para ella un tiempo de bodas con el Señor, después de los enormes sufrimientos que había vivido. Tanto es así que 25 años después, Carmen querrá celebrar las bodas de plata de este viaje en Israel.

La peregrinación de Carmen a Tierra Santa tuvo una importancia decisiva para su vida y para su misión, tanto que muchas veces hacía referencia a él como “el tiempo del amor de su juventud”, como también para el Camino Neocatecumenal. En el libro “Todas mis fuentes están en ti” se recogen todas las bellísimas experiencias vividas por Carmen en este tiempo.

El conocimiento del Concilio y de la tierra de Israel por parte de Carmen fue el origen del gran amor que ha nacido en el Camino hacia Israel, su pueblo y sus tradiciones. Muchas veces, durante la predicación, se emocionaba recordando a Jerusalén: la Cruz de Jesucristo levantada en el Gólgota, Jerusalén, la ciudad que es testigo de su Resurrección y Ascensión.

La visita del Papa San Pablo VI a Nazaret, en enero de 1964, en la cual pudo estar presente, la ayudó a entender las llaves fundamentales del Concilio, viendo en el retorno a los orígenes cristianos y a las raíces judías los pilares más importantes para la renovación de la Iglesia.

También en Nazaret Dios le hizo encontrar al padre Gauthier, mediante el cual aprendió a colaborar con los hombres. El padre Gauthier había fundado una especie de congregación en la que colaboraban hombres y mujeres, que fue una novedad para Carmen. De vuelta de Israel, Carmen pasa por Roma, visitando los lugares santos y preparando así, sin saberlo, las visitas que luego harán los hermanos del Camino. Y después regresó a España.  

Cuando llegó a Barcelona, de las compañeras de Carmen, una se había ido a Bolivia y las otras dos se habían ido a Madrid, el último lugar que ella quería ir, porque su familia ya la perseguía. Pero Dios le fue cerrando todas las puertas hasta hacerla llegar a Madrid. Porque Él tenía sus planes y en España, en Madrid, le hizo encontrarse con Kiko Argüello en Palomeras Altas. Se conocieron en 1964, al regreso de su peregrinación a Tierra Santa. Kiko se había ido a vivir a una chabola en Palomeras. Allí Carmen conoció a la comunidad que se reunía en la chabola de Kiko y se quedó muy impresionada de la respuesta que los hermanos que ahí se reunían daban a la Palabra de Dios. Decidió quedarse con ellos en una barraca cercana. Kiko recuerda así el momento del encuentro con Carmen:

“Fue en Palomeras donde fue posible para Carmen ver a Jesucristo que viene a salvar a los pecadores y a realizar el misterio de Pascua, a crear la comunión, donde es imposible que esta se realice: entre gente normal y gitanos. Porque allí vimos y tocamos el Espíritu Santo, que se manifestaba creando una comunión increíble entre gitanos y personas de ese tipo.

Carmen venía de una experiencia con sus amigas de Barcelona, que habían trabajado con obreros, dando su vida ahí, a la espera luego de hablarles de Jesucristo, después de un tiempo de encarnación entre ellos; pero ese momento no llegaba nunca. Sin embargo, Carmen vio en mi barraca que yo hablaba de Jesucristo y que ellos escuchaban; allí vio como Jesucristo servía: el amor gratuito que Dios ha mostrado para la salvación del hombre, para arrancarlo de la esclavitud, de la angustia y del pecado. Jesucristo se hacía presente.

Todo lo que Dios permitió, toda su presencia en Palomeras, fue como un terreno de cultivo que Dios había preparado para iniciar el Camino Neocatecumenal. Todo lo que Dios nos hizo experimentar en medio de un mundo pobre, Dios lo había preparado para su Iglesia.

Mons. Morcillo y Carmen Hernández – Barracas de Palomeras 1965

Fue un milagro que Mons. Morcillo, el arzobispo de Madrid, viniera a las barracas, un milagro increíble: un consejero del Reino, en la época de Franco, que se presentase ahí vestido de cura en un 600; que entrase en mi chabola, que rezase con nosotros, que nos reconociera como suyos … EL ARZOBISPO entró en mi barraca, vio cómo vivía, cómo rezaban los hermanos y dijo: ‘Kiko, yo no soy cristiano’. La Guardia Civil había empezado a tirar las chabolas, iniciando por la barraca de Carmen, pero la llegada del Arzobispo les paró.

Fue la misteriosa presencia de Mons. Morcillo en las barracas la que le hizo decidir a Carmen colaborar conmigo. Si no hubiera sido por Morcillo nosotros no hubiéramos ido a las parroquias. Fue él el que también nos abrió las puertas en Italia.

Carmen vio en Mons. Morcillo la presencia de la Iglesia y cambió completamente su actitud hacia mí; mediante la presencia del Arzobispo vio cómo se realizaba la promesa que Dios le hizo en Israel: que Dios quería que ella hiciese algo para la Iglesia universal, que no se trataba de fundar una congregación. Os cuento esto para que veáis como un gran misterio en el Señor la colaboración entre Carmen y yo”.

Esto lo recordaba Kiko en la presentación de la biografía de “Carmen Hernández – Notas biográficas”.

La vocación de Carmen era la misión y no pensó nunca quedarse en España y mucho menos en Madrid, donde vivía su familia. Esto era para ella como un fracaso de su ideal misionero, pero la presencia de la Iglesia mediante el Arzobispo de Madrid, Mons. Casimiro Morcillo, le hizo decidirse a quedarse definitivamente con Kiko. Así empezó una relación genial y única que dará origen a este carisma: ”un don del Espíritu Santo para la Iglesia”, como han definido los Papas al Camino Neocatecumenal.

 El apoyo del Arzobispo de Madrid, que siempre estuvo al lado de Kiko y Carmen, será fundamental para entender que no podían entrar en ningún  compromiso socio-político. Era un momento muy difícil de España, en el que muchos religiosos que vivían con los pobres, buscando la justicia social, se encaminaron hacia el comunismo, y algunos de ellos acabaron por dejar la Iglesia, como ocurrió, por ejemplo, con las amigas de Carmen.

En referencia al compromiso socio-político Kiko recordaba:

“Carmen fue genial, insistía en que en el cristianismo no hay más compromiso que el bautismo”.

Y será el bautismo el fundamento del Camino Neocatecumenal. Para iniciar el Camino Neocatecumenal Dios ha elegido a Kiko y a Carmen. Ha hecho confluir la problemática existencial de Kiko, plasmada en el kerigma y su visión de hacer pequeñas comunidades, con la renovación teológica de Carmen y su misión de evangelización.

Como dijo el p. Mario en el funeral de Carmen:

“Los historiadores profundizarán en este hecho: la fundación de una realidad eclesial realizada por un hombre y una mujer que colaboraron constantemente juntos”.

Kiko Argüello, Mario Pezzi y Carmen Hernández 1972

En la historia de la Iglesia encontramos un hecho así por primera vez. Verdaderamente es un misterio de Dios esta colaboración durante más de 50 años. Dios la hizo posible para iniciar el Camino Neocatecumenal, para renovar la Iglesia. Una relación basada en la fe, una relación basada totalmente sobre la misión a la que Dios les llamó y que a veces era difícil para ellos. Kiko y Carmen permanecieron fieles sin bajar de la cruz para que nosotros, los hermanos del Camino, recibiéramos la vida. La vida de Kiko y Carmen, juntos, ha sido también una Pascua. Ellos morían a sí mismos para que los hermanos recibieran la resurrección. En una convivencia en 1994, refiriéndose a esta relación con Carmen, Kiko decía:

“Dios nos ha hecho confluir pero siempre de manera incómoda. Para que no nos gloriemos, para que se vea si verdaderamente buscamos la voluntad de Dios o a nosotros mismos; tenemos que aceptar la incomodidad de la colaboración para esta misión”.

Carmen escribe a veces en sus diarios: “Kiko es un misterio”.Pero tantas veces hablando con Kiko él me ha dicho: “Carmen era un misterio”.

Todos los que hemos conocido a Carmen nos dábamos cuenta que a veces sufría mucho, no podíamos imaginar lo mucho que lo hizo hasta que no leímos sus Diarios. Nada la consolaba. Dios le hizo vivir periodos de grandes depresiones, que la hicieron pasar por la noche oscura de la fe como a muchos grandes santos. Un sufrimiento tan fuerte que a veces al leer sus diarios se nos ponen los pelos de punta. Escribe en sus diarios (marzo de 1985):

“Madrid. El vacío, la nada, la tristeza y la impotencia. Incomunicabilidad. Sin ganas de nada. Dios mío, lo que más me aterra es no creer en Ti. Tenme compasión. Dime que TÚ ERES. Eso me basta”.

Y en 1988 escribe:

“Madrid. ¡Jesús mío! Lo que más tristeza me da y sufrimiento es no creer en Ti. Al menos creía en Ti. SEÑOR ¿me engañaste? Tu amor ¿dónde está, y dónde estás? Jesús mío, triste, muda y sola y leprosa. No veo ¿por qué?”

En 1992 escribe:

“New York. Jesús mío, ¿Por qué TÚ desapareces? Esta es la peor enfermedad y mi vida queda sin sentido, muerta”.

En Tokio:

“Tokio. Jesús mío, sin Ti nada me interesa y todo me parece imposible. Jesús mío, ¿por qué? No tengo fe”.

1994, en Roma, el día en que ven al Papa para presentarle el proyecto del Monte de las Bienaventuranzas:

“ROMA. VATICANO – PAPA – BENDICIÓN de la maqueta para el Monte de las Bienaventuranzas. ¡Jesús mío! Grandes eres y maravilloso. ¿Te acuerdas de la tienda en el monte de las Bienaventuranza? ¿Y del huracán? ¿y de tanto como me amabas y yo te quería? Vuélveme a Ti, a tus dulces y únicos amores”.

Muchas veces habla de la Virgen María. He tomado estas palabras del año 1996, en Porto San Giorgio:

“Dulcísima Virgen MARÍA, refugio mío, beata TÚ que has creído. Te veo como un escudo espacial en mi entorno. Jesús mío, dame FE, que la tristeza y la soledad y la incomunicación me hacen ver todo negativo. Dulcísima Virgen María, protégeme con TU FE.”

Ha pasado muchas épocas de silencio, pidiéndole al Señor poder predicar. Junto a palabras de aceptación de su realidad de silencio, aparecen escritas al lado las palabras: HUMILDAD, HUMILLACIÓN. El Señor utilizó sus noches oscuras ¡que fueron tantas! para hacer humilde y pequeña a una mujer excepcional, valiente, inteligentísima, una misionera llena de celo por el Evangelio, científica, teóloga, con una predicación muy original y novedosa, enormemente trabajadora, investigadora incansable, y tantas otras muchas cualidades que podríamos decir de ella. El Señor la probó “como oro en el crisol”. Una humildad que ha quedado patente permaneciendo junto a Kiko en un segundo plano. Aceptando que su misión era la de ayudar a Kiko.

Ha recorrido el mundo anunciando el Evangelio, suscitando junto a Kiko Argüello centenares de vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa y a la vida misionera, también de familias enteras.Se ha gastado y desgastado por el Evangelio, anunciando la Buena Noticia y escuchando a tantos hermanos, sus problemas y sufrimientos.

Un rasgo por el que siempre ha destacado Carmen ha sido su valentía, el coraje y la gran libertad que tenía, porque sólo le importaba hacer la voluntad de Dios; por eso era libre con todos: ella veía al Señor en todos los acontecimientos, era una mujer escatológica, como le gusta decir al P. Mario. Por eso ha ayudado a tantos jóvenes, por la valentía que ha demostrado viviendo en la verdad y predicándola. Ayudó a muchas mujeres a valorar la maternidad, el valor de ser mujer, el tener discernimiento para reconocer las trampas del demonio que en esta generación quiere engañar a la mujer porque tiene la fábrica de la vida, —como ella decía en una originalidad maravillosa—, y esta predicación ha ayudado a muchas chicas a valorar el ser mujer, mostrándoles que no hay cosa más grande que engendrar la vida, formar una persona y educar un hijo. Ha sido una gran defensora de la familia cristiana y de la mujer; sin miedo de ir contracorriente, desenmascarando los falsos feminismos y los engaños que hay detrás de la promoción del aborto.

Carmen Hernández y Kiko Argüello JMJ 2005

Para terminar os diré que a mí personalmente lo que más me toca de Carmen es la gratuidad que ha manifestado siempre en su predicación. Consciente de la elección gratuita de Dios, ve en todas las intervenciones del Señor en su vida la gratuidad de su amor; será ese el sello de toda su predicación. Se nota con claridad en sus catequesis sobre los sacramentos, especialmente los de la Penitencia y de la Eucaristía. He seleccionado unas palabras del encuentro de 1992 con las comunidades en El Salvador, pero podríamos citar cualquiera de sus catequesis.

“La resurrección de Jesucristo no la ha dejado Dios en las bibliotecas o en las universidades, sino que ha hecho un memorial de experiencia de Resurrección, que es la Eucaristía, y es donde los apóstoles lo han vivido. Todos han huido de la cruz empezando por san Pedro, que se creía tan honesto y que quería tanto a Jesucristo: ‘Yo te seguiré hasta la muerte’. Cuando ha visto la muerte ha escapado, como escapamos todos. Y ha sido Jesucristo Resucitado el que ha ido a encontrarles uno a uno, como ha venido también a encontrarse con cada uno de nosotros, Él, vivo, a cogernos de la mano. Por eso el cristianismo no lo alcanza nadie ni con coherencia, ni con su buena voluntad. La Resurrección de Jesucristo sobrepasa toda posibilidad de un humanismo o de una fuerza del hombre. Nadie puede alcanzar por su fuerza la Resurrección; por eso es gratis. Gratuitamente Jesucristo Resucitado va a coger a cada uno y sacarlo de su situación de pecado y de muerte”.

Aunque este kerygma podría ser una estupenda conclusión, visto que he empezado diciendo que Carmen era una mística, quiero acabar con unas bellísimas palabras, más aún, confidencias de una enamorada, de su diario en noviembre de 1971:

“Dulce Jesús mío, te amo;
cúbreme con tu voluntad y enséñame a hacer tu voluntad.
Pon tus palabras en mi boca.
Enséñame a abandonarme en Ti.
Jesús, tengo el corazón herido, te amo;
Ven, Dulce Jesús mío, mi amor, mi vida.
Amor mío, te amo;
ten compasión de mí, ayúdame, libérame.
Tú eres mi Dios, en Ti confío, Dulcísimo Jesús” (aplausos, ndt)
Kiko Argüello y Carmen Hernández 2007