ÓLVEGA
Carmen nace en Ólvega (Soria) el 24 de noviembre de 1930. Pasa su infancia en Tudela (Navarra). Desde niña siente la vocación misionera bajo la influencia del espíritu de san Francisco Javier. Estudia Ciencias Químicas en la Universidad de Madrid. Concreta su vocación misionera en Javier (Navarra), en el «Instituto de Misioneras de Cristo Jesús» y estudia Ciencias Religiosas en Valencia. En el año 1964 conoce a Kiko Argüello en las barracas de Palomeras Altas de Madrid y, tras su experiencia de anunciar el Evangelio a los pobres, inician el Camino Neocatecumenal, dando su vida en esta misión durante más de 50 años en el mundo entero. Tenía un amor inmenso a Jesucristo, a la Iglesia, a la Virgen, al Papa, a la Liturgia, a la Sagrada Escritura y a las raíces hebreas del cristianismo. Muere en Madrid el 19 de julio de 2016.
Carmen nació en una familia numerosa, era la quinta de nueve hermanos. Sus padres, Antonio y Clementa, se trasladaron a vivir de Ólvega a Tudela. La madre retornaba a Ólvega para dar a luz a sus hijos, que nacían en el pueblo junto a los abuelos.
A los cuatro días del parto bautizaron a Carmen en la parroquia de Santa María la Mayor de Ólvega. En la iglesia se encuentra expuesta la antigua pila bautismal de madera y donde fue bautizada Carmen Hernández. Iglesia Gótica de finales del siglo XV y principios del XVI. Del conjunto destaca el retablo del altar mayor de finales del siglo XVI, obra del escultor Francisco de Ágreda. Todo el retablo es un primer plano de la Historia de la Salvación del hombre, donde están representados los cuatro evangelistas, los cuatro santos Padres de la Iglesia latina, escenas de historia de la Virgen, misterios de la vida de Jesús, escenas del sacrificio de Isaac, todo culminado con la crucifixión de Jesús.
TUDELA
Carmen vivió su infancia y adolescencia, hasta los 15 años, en Tudela, ciudad de la ribera de Navarra, de ricas tierras, a orillas del Ebro, donde fluye la famosa huerta tudelana. Forma parte del Camino Jacobeo que recoge a los peregrinos procedentes del Mediterráneo y que siguen el cauce del Ebro hasta alcanzar el Camino francés. Tudela formaba parte entonces de la diócesis de Tarazona. En la década de los 40 contaba con un buen número de órdenes religiosas tanto masculinas como femeninas. Los dos centros educativos privados que existían eran fundamentalmente la Compañía de María para niñas, donde estudió Carmen, y la Compañía de Jesús para niños.
Los jesuitas, misioneros en muchas naciones del mundo, cuando pasaban por Tudela, solían visitar el vecino colegio de la Compañía de María, y entusiasmaban a las chicas con sus relatos misioneros acompañados de diapositivas. De esos encuentros nació en Carmen la llamada misionera que se inició desde niña. Ella, cuando iba de camino al colegio, solía cruzar por dentro la Catedral de Santa María para visitar al Santísimo. Esta iglesia le quedaba a mitad de trayecto entre su casa y el colegio; entraba por una puerta y salía por la otra. Rezaba a diario en la Capilla del Espíritu Santo arrodillada delante del Santísimo Sacramento. Ella misma cuenta que en esta capilla sintió la llamada a la misión, escuchando por vez primera en español el evangelio de la pesca milagrosa y haciendo sus horas de adoración a Jesús sacramentado.
Después de la Primaria cursó el Bachiller elemental hasta los 14 años, donde conoció muy bien la espiritualidad de san Ignacio de Loyola y se fue apasionando con la figura de san Francisco de Javier. Ella solía decir que “yo conocí a San Francisco Javier antes que a san Pablo.” Así, Francisco Javier y la India se convirtieron en su ideal misionero. La evangelización era para ella la misma vida de la Iglesia, el “traje nuevo” que la revestirá para el resto de su vida de un profundísimo amor a Cristo y a la misión.
En 1945, la familia se traslada a vivir a Madrid. Allí siguió estudiando por deseo de su padre hasta acabar la carrera de Químicas a los 21 años. Comenzó a trabajar principalmente en la empresa familiar de aceites en Andújar. Posteriormente lo dejaría todo y se trasladaría a Javier.
JAVIER
Javier es un pequeño pueblo a 55 kms al este de Pamplona. Cuna de san Francisco Javier, nacido en 1506 en el castillo de su nombre y patrono de las misiones. Cuando estudiaba en París se unió al grupo que san Ignacio de Loyola reunía para su proyecto de fundación de los jesuitas. Ordenado sacerdote en Roma, en 1541 marchó al Oriente evangelizando incansablemente la India y el Japón durante 10 años, convirtiendo a muchos a la fe. Murió el 3 de diciembre de 1552 en la isla de Sanchón, a las puertas de China sin lograr su sueño de evangelizarla. Fue canonizado el 12 de marzo de 1622. Es copatrono de Navarra junto a San Fermín.
Dios llevó a Carmen a Javier de una manera misteriosa según ella confiesa. En varias ocasiones intentó irse misionera, pero su padre no se lo permitía. Ya siendo mayor de edad viajó a Pamplona, y de ahí a Javier, sin que su padre pudiera retenerla. Ella contaba que hizo el viaje en tren con unos chicos que, al charlar sobre sus vidas, quedaron muy asombrados cuando les dijo que viajaba a Javier para ser misionera. Su forma de ser y su modo de hablar provocaron en ellos el escepticismo: “¿Tú, monja?”
Allí entró en el Instituto de Misioneras de Cristo Jesús que había nacido en 1944 con el apoyo del obispo D. Marcelino Olaechea, y la inspiración del misionero jesuita Padre Domenzáin. Este último vio la conveniencia de llevar a su misión de Japón, la excelente labor eclesial que aquí realizaban un grupo de mujeres de Acción Católica. Jóvenes con la clara vocación de ayudar a los misioneros. Esta vocación fue como un fogonazo. Había nacido un nuevo estilo misionero más ágil y eficaz: “chicas libres para la misión donde la Iglesia las necesitara”. Ella recuerda este tiempo con agradecimiento al Señor y como un cenáculo de oración y de gracias inmensas, de consolación y de descubrimiento de las Escrituras, con un espíritu verdaderamente potente.
Carmen ingresa en la Comunidad de las Misioneras de Cristo Jesús el 1 de abril de 1954. Como cuenta su compañera la hermana Loli Gómez, era muy apreciada por su dinamismo interior, su cordialidad, su cercanía y su buen humor. Después de seis meses de postulante, el 3 de octubre, día de santa Teresita del Niño Jesús según el calendario antiguo, pasa al noviciado y toma los hábitos en la Basílica de Javier con el nombre de María del Carmen de Jesús.
Además de los tres votos habituales de pobreza, castidad y obediencia, profesaban un cuarto voto de consagración a las misiones, lo cual a Carmen le fascinaba porque daba respuesta a su ardiente vocación misionera. Era el tiempo del noviciado; tiempo de humildad y sencillez, de preparación para ser útiles en la misión; con estudios de misionología, religión, enfermería, medicina o lenguas extranjeras y muchas horas de trabajo y oración: rezaban todas las horas santas, el Oficio parvo, el rosario y la oración ante el Santísimo. Son días, los de Javier, en los que Carmen vive, bajo una estricta disciplina, un tiempo de sacrificios, humildad, alegría y noviazgo con Jesucristo. Un noviazgo con Jesús intenso y rico, que tuvo su especial momento de gracia en la noche del 6 al 7 de septiembre de 1956. Antes de hacer los votos tenían un mes entero de ejercicios espirituales. Y en la tercera semana dedicada a la Pasión quedó muy impresionada por las negaciones de san Pedro a Jesucristo. Estuvo toda la noche pensando que si san Pedro en lugar de decirle “Yo no te negaré” le hubiera pedido al Señor “No dejes que yo te niegue”, se lo hubiera concedido. Con esa idea se acostó y tuvo un sueño en el que ve a Jesucristo que le dice: ¡Tú, sígueme! Y Carmen, viendo a Jesucristo, intenta seguirlo, pero ve que es una locura. Y le vuelve a decir ¡Tú, sígueme! Y sale junto a Jesucristo por la ventana encontrándose en el vacío; y empieza un descendimiento cada vez a mayor velocidad, temiendo con angustia quedar aplastada y oye la voz de Jesucristo que le dice: ¿No decías tú que me querías seguir? Entonces dijo que “Sí” y entró en la muerte. En ese mismo instante se encuentra subiendo, en un ascendimiento glorioso, maravilloso, con una gran sensación incomparable de placer y bienestar. Era una bienaventuranza, un estar en el cielo detrás del Señor, subiendo, hasta que dijo “¡Basta, basta!”. Se despertó habiendo probado lo que era verdaderamente la “beatitud” del cielo. Esta ascensión la saboreó durante un mes entero, experimentando un placer como si no se acabara nunca: era el cielo, la posesión de Dios, la Vida Eterna. Carmen dirá que este sueño no se le olvidará nunca pues le hacía presente el Misterio de Pascua: la kenósis y la resurrección, como una luz que siempre la acompañó en los acontecimientos de su vida.
El castillo de Javier es el lugar de nacimiento de San Francisco Javier, patrono universal de las misiones. A los 18 años dejó su casa y ya no volvió más. Arrastrado por su celo evangelizador, recorrió el Extremo Oriente, la India, el Japón y otros lugares, muriendo a las puertas de China, en la isla de Sancián. Carmen, en su ardor misionero, solía decir que: “Yo conocí a san Francisco Javier antes que a san Pablo.” Así, san Francisco Javier y la India se convirtieron en su ideal misionero.
En este lugar Carmen entró en el Instituto de las Misioneras de Cristo Jesús, fundación apoyada por el obispo D. Marcelino Olaechea, y el misionero jesuita Padre Domenzáin. Que tenía la casa de formación en un edifico cercano al castillo. Ingresó en 1954, y allí hizo el noviciado. En este Instituto estuvo durante 8 años, hasta que el Señor le mostró que su voluntad para su vida era otra. Después de un viaje a Tierra Santa en 1963-1964 y volviendo a Madrid, empezó con Kiko Argüello lo que después se conocería como el Camino Neocatecumenal, que la Iglesia ha reconocido oficialmente como “un itinerario de formación católica válida para la sociedad y para los tiempos de hoy”.
CRISTO SONRIENTE DEL CASTILLO DE JAVIER
no sabe qué es rezar” (Carmen)
En el oratorio del castillo de Javier hay una talla románica de Cristo crucificado, que se conoce como el “Cristo sonriente”, con la cabeza inclinada sobre su hombro derecho. Luce en sus labios una suave y dulce sonrisa. Carmen vivía en un espíritu de oración. Ella se conmovía rezando ante el Cristo de Javier, ubicado dentro del castillo, que sonríe dulcemente ante las pinturas de la danza de la muerte, ocho esqueletos que no tienen poder sobre él, y que desconocen esta Buena Noticia: ¡Hay caminos en la Cruz, la muerte ha sido vencida en Jesucristo!
Después de esta experiencia finaliza el noviciado de dos años. El 3 de octubre de 1956 profesa los votos temporales en una ceremonia oficiada por Mons. Olaechea. En el otoño de 1957 parte hacia Valencia enviada para realizar estudios teológicos. Finalmente, después de muchos acontecimientos, viajará de forma providencial en peregrinación a Tierra Santa. Allí descubrirá la espiritualidad de la Historia de la Salvación. Posteriormente encontrará su servicio a la Iglesia, con Kiko Argüello, iniciando juntos el Camino Neocatecumenal.
ÁGREDA
Monasterio de la Inmaculada Concepción
Convento Concepcionista fundado por Catalina Arana, madre de Sor María de Jesús (1602-1665), conocida como María de Ágreda. Una de las más grandes escritoras místicas de la Iglesia Católica (Mística Ciudad de Dios), marióloga eminentísima que se adelantó en tres siglos a la definición entre otros del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Consejera del Rey Felipe IV, con el que mantuvo una abundante relación epistolar aconsejándole en su vida espiritual y en su oficio de gobernante. Y Evangelizadora de los indios americanos de Nuevo México y Texas sin salir de Ágreda, gracias al don de la bilocación. Esta monja del siglo XVII es actual, y tiene una palabra que decir, de ahí el interés por visitar sus monasterios.
Carmen Hernández, desde niña conocía las cualidades de esta monja, y a menudo visitaba el monasterio y su museo. Pero fue en Newark (EEUU), en conversación con una benefactora del seminario Redemptoris Mater (1990), Dª Helen Sirola, cuando conoció la trascendencia evangelizadora de sor María de Jesús, la dama de azul, redescubrió su figura y sus virtudes.
Basílica Nuestra Señora de los Milagros
Templo construido en el siglo XVI bajo la advocación de la Virgen de los Milagros, Patrona de Villa y Tierra, que acoge la Pila Bautismal donde se bautizó sor María de Jesús y que se sigue utilizando en la actualidad.
TARAZONA
Catedral de Santa María de la Huerta
Sede de la Diócesis de Tarazona reúne un conjunto de estilos diversos, desde el gótico de los siglos XIII al XV hasta el renacimiento del XVI aderezado con la tradición constructiva del mudéjar aragonés.
Hasta la nueva distribución de las provincias diocesanas de 1956, Ólvega, Tudela y Ágreda pertenecían a la diócesis de Tarazona, a la que Carmen Hernández tenía gran cercanía por ser en esta diócesis donde recibió los sacramentos de iniciación cristiana, y así se lo recordaba a los obispos con los que pudo conversar.
La catedral por su gran capacidad es apta para la acogida de los grupos más grandes.